Blogs de la ICANN

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Un vistazo a la creación de la ICANN

25 de octubre de 2018
Por Ira Magaziner

Mi historia comienza en la antigüedad cuando los dinosaurios dominaban la tierra. Un momento en el cual podría descargarse una película en su computadora de escritorio a través de su conexión de acceso telefónico de 56k si contara con algunos días. Un momento en que había más personas en el Minitel en Francia que en Internet a nivel mundial y cuando la República de Corea podía acomodar a todos sus usuarios de Internet en una pequeña habitación de hotel. Lo sé porque los conocí a todos en esa habitación.

A principios de 1995, el entonces Presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, me solicitó, como su asesor principal para el desarrollo de políticas, que ayudara a recomendar qué medidas podría tomar si fuera reelegido en 1996 para acelerar el crecimiento a largo plazo de la economía estadounidense. Sugerí que estableciéramos un entorno de políticas en los EE. UU. y en todo el mundo que pudiera acelerar el crecimiento de la recientemente desarrollada Internet, podríamos ayudar a impulsar una transformación económica global.

Me di cuenta de que Internet tenía un gran potencial, pero que su futuro era muy precario y pendía de un hilo entre dos extremos que podrían retrasarla o incluso destruirla. Por un lado, si Internet era demasiado anárquica sin pautas aceptadas públicamente, podría generar demandas constantes y ahuyentar a los inversores y a las personas que querían ayudar a construirla. Por otro lado, si las fuerzas típicas de la burocracia se hicieran cargo de una gran cantidad de normativas gubernamentales y órganos rectores intergubernamentales lentos, la creatividad y el crecimiento de Internet se verían sofocados.

Formamos un grupo de trabajo interdepartamental y en los años siguientes: aprobamos leyes y negociamos tratados internacionales con otros países que mantenían el comercio de Internet sin aranceles e impuestos; reconocimos la legalidad de las firmas y contratos digitales; protegimos la propiedad intelectual de Internet; permitimos que el mercado estableciera estándares en lugar de reguladores; mantuvimos la telefonía y la transmisión por Internet en general sin regulaciones engorrosas; y empoderamos a los consumidores para utilizar Internet de manera asequible, entre otras medidas. Nuestro objetivo era establecer Internet como un medio global de comunicación y comercio que permitiera participar a cualquier persona.

Mientras hacíamos todo esto, había un problema que nos preocupaba profundamente: ¿cómo podría la coordinación técnica de Internet tener éxito y escalar frente a los complejos desafíos políticos y jurídicos que ya estaban comenzando a socavar la legitimidad de Internet entonces existente?

En ese momento, la IANA estaba ubicada en una pequeña oficina en la Universidad del Sur de California (USC) y era dirigida por Jon Postel en virtud de un contrato que la Universidad tenía con la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) del Departamento de Defensa de los EE. UU.

Desde una pequeña oficina repleta de grandes montones de papel y libros en el suelo, en mesas y colgando de estantes en las paredes, fue Jon quien decidió cuáles eran los prefijos de alto nivel para cada país, y quién en cada país debería ser responsable de la administración de Internet.

El servidor raíz A era administrado por una compañía llamada Network Solutions en Virginia en virtud de un contrato con el Departamento de Comercio de los Estados Unidos. Tenía un monopolio virtual para vender nombres de dominio. Trabajó con Jon para sincronizar números con nombres.

Pero, Jon y los dirigentes de Network Solutions no se llevaban bien. Tenían disputas constantes. Estaban tan frustrados el uno con el otro que en más de una ocasión me encontré tratando de arbitrar disputas entre ellos a solicitud del Departamento de Comercio y la DARPA que, como administradores de los contratos, a menudo quedaban atrapados en el medio.

La infraestructura de Internet también era insegura. Hice un recorrido para visitar algunos de los servidores que ejecutaban Internet. Algunos estaban en sótanos de universidades donde literalmente yo podría haber entrado y desenchufado los servidores. No había ningún tipo de seguridad.

La naturaleza tenue de estos acuerdos dio lugar a preocupaciones significativas que llegaron a un punto crítico en una semana fatídica a principios de enero de 1996. Durante esta semana, se sucedieron los siguientes acontecimientos:

  • El jefe de la DARPA me llamó para decirme que ya no supervisaría el contrato para la IANA cuando caducara porque había demasiada controversia.
  • El presidente de la USC me llamó para decirme que no podían afrontar las demandas judiciales en su contra y que querían rescindir su contrato.
  • Nuestro asesor legal nos visitó y describió más de cincuenta demandas judiciales en todo el mundo impugnando la validez de la gobernanza técnica de Internet que podrían destruir Internet.
  • La Unión Internacional de Telecomunicaciones me abordó para exigirme que tomara el control de Internet tras una década de oponerse a la adopción de los protocolos de Internet.
  • Una delegación de congresistas y senadores de EE. UU. nos visitó e insistió en que el gobierno de EE. UU. había creado Internet y que nunca debería ceder su control.
  • Varias delegaciones de representantes de más de 100 compañías líderes de TI y medios de comunicación y 10 asociaciones comerciales nos visitaron y dijeron que la coordinación y seguridad técnica de Internet debían integrarse en un entorno global más predecible antes de seguir invirtiendo.
  • Una delegación de la Unión Europea pasó dos horas diciéndome que buscarían su propia regulación del sistema de enrutamiento de Internet para Europa.
  • Los representantes de Internet Society me dijeron que Internet Society gobernaba Internet y que resistirían cualquier intento por parte de otros de tomar el control.
  • El grupo de acción de seguridad del gobierno de EE. UU. sobre Internet emitió un informe que decía que Internet estaba en peligro de fracturarse debido a las demandas judiciales y la falta de mecanismos de coordinación acordados.

Vaya semanita que tuvimos. Claramente teníamos que hacer algo.

Ese domingo me fui a casa y, mientras veía por televisión cómo mi equipo favorito de fútbol americano caía en una pésima derrota, redacté el primer memorándum conceptual sobre el aspecto que podría tener una organización que pudiera resolver con éxito los desafíos actuales y potenciales.

La idea de establecer una institución global, privada, sin fines de lucro, apolítica, dotada con un personal de expertos técnicos, que fuera una organización de base responsable ante los usuarios de Internet y las unidades constitutivas y que a la vez fuera también reconocida por los gobiernos, no tenía precedentes y era arriesgada. Cuando lo analizamos con mi grupo de acción interdepartamental, sabíamos que sería difícil y un tanto desordenado de implementar, pero sentimos que ofrecía la mejor oportunidad para permitir que Internet creciera y floreciera.

La organización tendría un grupo asesor de gobierno que aseguraría que las opiniones de los gobiernos colectivos estuvieran a la vanguardia, pero que los gobiernos no la controlarían. La organización proporcionaría un punto focal fuerte reconocido por los gobiernos para combatir cualquier demanda judicial. Sería lo suficientemente flexible para evolucionar como evolucionó Internet. Generaría su propio financiamiento independiente por una pequeña tarifa en cada registración de nombre de dominio, pero nunca debería ser demasiado grande. Se basaría en las partes interesadas y su legitimidad tendría que renovarse de forma periódica mediante su capacidad de convencer a los diversos grupos de unidades constitutivas de Internet de que seguía siendo la mejor solución.

Tras dos años de consultas, vigorosos debates y muchas sugerencias útiles y excelentes modificaciones, la Corporación para la Asignación de Nombres y Números en Internet (ICANN) nació en 1998.

La democracia de base es, por su naturaleza, contenciosa y nos hemos encontrado con baches en el camino. En general, la ICANN ha tenido éxito gracias al esfuerzo de muchas personas que han desempeñado roles fundamentales como Becky Burr y Andy Pincus, que trabajaron conmigo en el Gobierno de EE. UU. para establecer la ICANN, Esther Dyson, Vint Cerf, Mike Roberts y Steve Crocker, que guiaron a la ICANN en puntos clave, y los esfuerzos de muchas otras personas, una cantidad demasiado grande para mencionar, que realizaron el arduo trabajo de construir la organización.

Las controversias políticas y técnicas que amenazaron con sofocar o incluso destruir Internet en su infancia a fines de la década de 1990 no lo hicieron. Internet está viva y goza de buena salud.

Miles de millones de personas ahora usan Internet. Alberga a una gran cantidad de idiomas y alfabetos. Se ha incorporado el Wi-Fi, los dispositivos móviles, las aplicaciones y la "Internet de las cosas". A pesar de cantidades de datos casi inimaginables y más direcciones y nombres de dominio de lo que jamás habíamos pensado, uno nunca lee sobre problemas técnicos o jurídicos que hayan provocado la destrucción de Internet.

Si bien deben abordarse cuestiones serias de privacidad, seguridad y equidad, nadie puede dudar de que Internet haya creado una transformación positiva en la forma en que el mundo se comunica y hace negocios. La economía de Internet ha crecido a una tasa diez veces mayor que la economía regular durante más de veinte años.

Felicitaciones a todas las personas que han logrado que la ICANN sea un éxito en los últimos veinte años y a aquellos de ustedes que trabajan hoy en la ICANN y que garantizarán su éxito en los próximos veinte años.

Authors

Ira Magaziner